El Salvador es un país en donde la cultura propia ya no vale nada, la sociedad se encuentra inmersa en un mundo de consumismo y globalización. La transculturización es un hecho que ya no se puede ocultar en El Salvador, la globalización en los últimos años ha sido tal que de alguna manera ha logrado sustituir nuestras costumbres y paradigmas por adoptar culturas externas, en su mayoría de Estados Unidos y otros países europeos. Muchos se preguntan si ¿Es posible escapar de esta globalización que cada día consume más a nuestra juventud salvadoreña?, a mi punto de vista es de valorar que actitudes son dignas de imitar de otros países y cuáles no; necesariamente no todo es malo, podemos escoger entre las costumbres o avances tecnológicos que podríamos imitar en nuestra sociedad y cuáles no. ¿Por qué no inclinarse por las costumbres que podrían servir para hacer de nuestro país una mejor nación?, por ejemplo, reformas educativas, reformas institucionales, modelos económicos,
Un joven carismático que lucha desde hace seis años por la revitalización del náhuat y por la visibilización de los hablantes nativos de Santo Domingo de Guzmán, Cuisnahuat, Tacuba y Nahuizalco. Alberto Cruz, una persona humilde, muy alegre, se quita el sombrero y se inclina haciendo una reverencia al recibirme amablemente en su hogar, ubicado en Ayutuxtepeque, un lugar muy tranquilo, cálido y apartado del ruido vehicular, son las 11:25, es domingo 9 de abril, día muy importante para los feligreses católicos porque se celebra Domingo de Ramos. Para llegar a su hogar hay que pasar por un pasaje angosto y empolvado llamado Los Piche, al fondo diviso un portón color verde a través del cual se ve el estacionamiento amplio, la casa está en lo hondo, para entrar hay que bajar unas gradas, el techo está casi al nivel del suelo como si fuese un sótano, en la sala al centro una mesa improvisada por una base de metal y encima de ella una tabla de plywood, veo alrededor muchas escultura